El partido
contra River, fue como cuando mandan a un preso al lugar donde lo van a
ejecutar y gritan: “dead man walking”, bueno, acá salieron del túnel gritando: “dead
team playing”… ni los laterales hicieron bien los jugadores… ya no tiene
sentido individualizar rendimientos. No debe ser fácil tener la presión de 108
años de historia sobre las espaldas, pero no hubo más que esbozos de jugadas
que se desdibujaban en la orilla del área rival… lo de siempre, apenas un
puñado de buenas intenciones que no alcanzaban contra un equipo que quería
salir campeón.
Sobre el
partido contra San Lorenzo, qué puedo agregar a todo lo que se dijo… Tal vez
una lectura mística sea que lo que pasó el sábado en el Estadio Libertadores de
América fue algo Bíblico, y que el Santo mandando al Diablo a la “B” sea un
meta mensaje urdido por el Papa Francisco desde el Vaticano y ejecutado por los
jugadores del club de sus amores… en ese caso el rojo fue un instrumento de la
Fe... bueno, no fue en vano.
Nada queda
de aquella esperanza que colmaba el estadio los primeros partidos, jugadores,
hinchas y cuerpo técnico enfrentando las horas más difíciles del club, donde
todavía era posible el milagro, hasta que fueron repitiéndose como disparos esos
resultados adversos que empezaban a nublar el horizonte. Todo parecía perdido
cuando llegó el cambio de técnico y hubo un aire renovado donde la suerte
parecía cambiar. Pero el destino del rojo, errático en las últimas temporadas,
se encaminó hacia el peor desenlace, y el último partido lo vamos a jugar ya
descendidos, con la camiseta y la cara roja de vergüenza. Vergüenza por
aquellos históricos jugadores que le dieron a Independiente la chapa de rey de
copas, de equipo que trata bien la pelota, de renombre internacional…
Al principio
de estas crónicas rojas aclaré que no iba a hablar de asesinatos, pero me
equivoqué, todo eso que al rojo lo hizo grande, lo terminaron de acribillar en
estos 18 partidos.
Han proliferado las teorías conspirativas, quizá
para intentar justificar este sinsentido, pero la realidad es inapelable, el
rojo se fue a la B.